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lunes, 28 de julio de 2008

Sombras del Pasado. Cap II

Comienza el trabajo

Ni siquiera la luz de la luna alumbraba el callejón La oscuridad albergaba en su interior trapicheos, venganzas, robos... Dejando de lado la ley y la nobleza, desafiando a los señores de la oscuridad, un grupo de encapuchados imparte justicia.

-¿Qu...quienes sois vosotros?- preguntó un bandido al que pillaron despistado.

Todos se le quedaron mirando, y ninguno respondió. Todo pareció detenerse, cuando de su espalda, una voz dijo:

-Los llaman Sombras del pasado. Son mercenarios, y yo soy su señor.

Acto seguido, notó un pinchazo en la espalda, y vio como el filo de una espada le salia del pecho. Poco a poco, empezó a perder la vista, el oído, y cada uno de los sentidos. Instantes después, caía al suelo, muerto.

Completamente sincronizados, los miembros del grupo se dividieron y continuaron con su trabajo. Rodearon la casa que tenían al lado, y entraron por las distintas ventanas y puertas a la vez. En su interior, se encontraba un pequeño grupo de asaltantes que preparaban uno de sus golpes. Casi sin poder reaccionar, los bandidos vieron como Drent y sus hombres destrozaban toda la casa en cuestión de segundos, para después, tranquilamente, apresar a todos y cada uno de ellos.

El interrogatorio duró lo que quedaba de noche, y solo tres de los bandidos sobrevivieron. Al amanecer, se presentaba la guardia en la casa, donde no quedaba ni rastro de lo ocurrido durante la noche. La casa estaba limpia y ordenada. Los tres bandidos, atados y amordazados sobre unas sillas, apenas mostraban heridas ni marcas de tortura. De los muertos, no se sabia ni su existencia. El gobernador exigió discreción, y Drent no estaba dispuesto a incunplir sus ordenes, poniendo en peligro así, sus honorarios.

Aunque usaban la misma vestimenta para actuar, que para vestir durante el día, no les preocupaba, pues muy pocos, por no decir ninguno, podía contar, delatar, o informar de que eran ellos, pues muy pocos sobrevivían al enfrentamiento, y los que lo hacían, solían acabar en los calabozos mas oscuros de la prisión. O eso pensaba Drent, al igual que sus hombres, hasta que de camino a una taberna, uno de ellos, aquel que siempre portaba un pañuelo que le cubría gran parte de la cara, oyó a dos jóvenes hablar.

-Míralos, ¿los ves? Caminan por la ciudad y van estudiando nuestros comportamientos. Anoche los vi actuar. Son crueles y despiadados.
-¿Dónde? ¿Cómo te escondiste de ellos?
-Me escondí en el tejado del establo. Entraron en una casa, y antes del alba, salieron, y tomaron direcciones distintas. Varios de ellos portaban sacos con algo dentro. Me colé después y vi que no había ni la mitad de gente que había entrado al atardecer.
-Valla, parece que los conoces bastante bien.
-Les he espiado un par de veces.
-Oye, ¿tu sabes por qué los llaman sombras del pasado?
-Porque es lo que dejan a su paso, sombras del pasado...

No prestó más atención. Se alejó tan silenciosamente como se había acercado, y los dos jóvenes no se percataron de que alguien les observaba por la espalda. Tranquilamente, pero sin pausa, se dirigió al torreón, y aunque no tenia llave, entró como si hubiera vivido allí toda su vida. Subió a lo alto, y tubo un encuentro con Drent. Como era costumbre entre ellos, no dijo una sola palabra, pero al igual que la vez anterior, no hizo ningún gesto, ningún movimiento, nada. Sin embargo, Drent entendió perfectamente lo que acababa de suceder.

Tomó medidas, y aunque a simple vista, actuaban igual que el resto de las noches, el joven espía no notó que el también estaba siendo espiado. Como el resto de la población, pensaba que el grupo de sombras era exactamente el que se dejaba ver por las calles, el mismo número de personas y el mismo estilo. No obstante, como el resto de la población, no sabia que aquel grupo lo formaban muchas más personas de las que se mostraban con el atuendo negro. Creyéndose seguro, el joven, volvió a casa, y contó lo que había visto a su padre. Un rato después, otro joven, probablemente su hermano, entró en casa, y nada de lo que ocurrió en aquella habitación, ni nada de lo que se dijo, se le escapó a aquel que los estaba espiando.

Habían pasado ya seis noches desde que empezaran el trabajo, y cada noche, Drent recibía informes y noticias cada vez mas incómodos, que le hacían tener que trazar nuevos planes, y nuevas estrategias. Al mismo tiempo, recibía otro tipo de informes, de los cuales, la mayoría de los miembros del grupo ni siquiera sabían de su existencia. Aunque el plan inicial continuaba en pie, estos informes le habían hecho tener que realizar pequeños cambios de ultima hora, y no había nada que odiara mas que los cambios de ultima hora. De mal humor, dejó la reunión que tenia con los demás, y se fue a lo alto del torreón.

Allí, la sombra que nunca mostraba su rostro se reunió de nuevo con el. Habían pasado cuatro días desde su ultimo informe, y lo esperaba impaciente. Cuando estuvieron frente a frente, Drent le miró fijamente, y la sombra extrajo un instrumento de su capa. Era alargado y recto, curvado hacia el final. Parecía una ballesta, solo que no tenia arco ni cuerda. Drent, al cogerlo, supo que era, y para que servía. Sin asombro alguno, sonrió y por primera vez en la vida, habló con palabras a uno de los miembros del grupo.

-Buen trabajo. Esto decanta la balanza de forma definitiva a nuestro favor. Será dentro de cuatro noches.

Sin decir ni una palabra, ni hacer ningún movimiento, la sombra se dio la vuelta, y se marchó igual que había venido.

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