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domingo, 6 de noviembre de 2011

Sol y Luna. "La Fuga". Parte 7

Partida: En la frontera

Continuaron caminando hacia el norte. Habían pasado 3 días desde que se toparan con el carro... y sus colgados dueños, y a Dala aun se le revolvía el estómago cuando pensaba en aquella escena. No podía comprender como era posible que aquellas atrocidades ocurriesen en el reino de su padre.

Durante el camino, no había ocurrido nada trascendental. Tan solo un comportamiento extraño del clima. Tras la noche del claro, había estado haciendo más calor de lo que debía en el invierno en que se encontraban. Es como si los dioses estuviesen compitiendo. Y por el momento, ganaba la diosa Sol con tres días de calor frente a uno de lluvia y oscuridad.

Sin embargo, cada noche que pararon para acampar, uno u otro escuchaban durante el turno de guardia cascos de caballos. No dejaba de ser sorprendente que la Calzada del Caminante tuviera más transeúntes por la noche que durante el día. Algo se cocía en aquellos parajes, y no tenia pinta de ser nada bueno. Cuanto antes los dejaran, mejor.

Llegaron a la desviación del Puerto de Dolin. Habían pasado de largo otros caminos que unían los diferentes pueblos y pequeñas ciudades del reino con la Calzada del Caminante, pues el que les interesaba era el del Puerto. Debían cruzar las montañas Cielofrío, y el transbordador de Dolin resultaba más rápido que el Paso del Escalador.

Tomaron el camino que llevaba al Puerto de Dolin, y cuando llegaron, observaron como el propio puerto resultaba casi tan grande como la propia Dolin, situada varios kilómetros más al interior. Sin duda, muchos ciudadanos prefirieron trasladarse directamente al puerto antes que tener que trasladar todas las mercancías de cada negocio o viaje tierra adentro.

Ciertamente, la localización de Dolin no respondía a ninguna razon logica para emplazar alli una ciudad. El puerto sin embargo, gozaba de una posicion estrategica ventajosa. Tal vez aquello fuera una de las razones por las que el puerto era casi tan grande como Dolin.

No se aperciaba en el ambiente tranquilidad. Por las calles la gente caminaba inquieta. Los marineros y mercantes se movian deprisa, fruto de los años de practica, pero tambien a raiz de una palpable sensacion de peligro. La guardia no los recibió amablemente al puerto, no eran buenos tiempos, pero no les impidieron el paso. 

Caminaron por las calles hacia los embarcaderos con la intención de reservar un pasaje para el transbordador y sintieron mil ojos clavados en sus nucas, vigilandoles.

Una vez en los embarcaderos, fueron informados que el ultimo trasbordador habia partido el dia anterior, y que hasta el dia siguiente no llegaría otro. Buscaron alojamiento, y descansaron del pesado camino recorrido.

Caia la noche y la ciudad estaba en calma. Zakur hacia guardia para proteger de cualquier peligro a la princesa, y para matar el aburrimiento, recorria los corredores de la posada, asi como el comedor, vigilando las ventanas.

No habia ruido fuera, y dentro, apenas se oian algunos ronquidos de los inquilinos. Un reflejo atrajo la atención de Zakur. Alguien estaba despierto oculto entre las sombras. Disimuladamente, Zakur se acercó para intentar atraparlo por sorpresa, pero la figura se reveló por si misma.

-Esta noche se va a verter sangre.
-¿Disculpe?
-Tú y tus amigos deberiais estar preparados. Rassalpatz va a atacar esta noche. Hace unas semanas el puerto despertó lleno de carteles colgados en todas las fachadas anunciandolo.
-¿El qué?
-"Un buen dia no muy lejano, llegaran forasteros con intencion de partir, rumbo al norte. Pero no partiran. Nadie partirá. Pues esos forasteros son portadores de la muerte. Estad preparados habitantes de Dolin, pues ese dia, el puerto arderá en llamas"
-Por supuesto, nadie firmaba los anuncios, ¿no?
-Por supuesto.

El ruido de cristales rotos interrumpió su conversación. Se asomaron ambos por las ventanas, ocultos en la oscuridad. Sombras se movían por las calles. Por el momento, la posada no parecía un objetivo.

Zakur se apartó de la ventana. y se dirigió a las habitaciones. El ser misterioso le susurró unas palabras al tiempo que desenvainaba su espada silenciosamente.
-Alertad a vuestros amigos. Puede que alguien atente contra vuestra vida con tal de que el puerto no arda en llamas.

Zakur asintió y avisó uno por uno a los demás.

Se prepararon silenciosamente, lo mas rápido posible. La estrategia inicial era pillar por sorpresa a aquellos que pretendían atacarlos por sorpresa durante la noche. Prepararon una barricada en el corredor de las habitaciones, y posteriormente, en cada habitación. En todas salvo en una. La ultima, donde se esconderían llegado el momento. Una vez terminado, se prepararon en el comedor de la posada. La figura misteriosa había desaparecido.

Una voz se escuchó en la noche, seguida de unas campanas.
-¡ALARMA! NOS ATACAN!

Las campanas cesaron de golpe. Toda la ciudad se sumió en calma. De repente, empezaron los gritos, el rido de cristales, madera rota, entrechocar de objetos metálicos... y fuego. Luz y humo por todas partes. La ciudad se sumió en el caos.


La mañana siguiente se presento humeante y desolada. La posada era el único edificio que no había sufrido daños, y eso inquietaba a los habitantes del puerto. Los mas escépticos empezaban a creer en los anuncios, y los mas supersticiosos no se cortaban en increparles por las calles que estaban malditos y que ellos eran los culpables. Antes de dirigirse al embarcadero, pasaron por el cuartel de la guardia. Allí, la princesa extendió una carta con el sello real a un oficial, y le ordenó en envío inmediato de la misiva al rey. Después, una vez en el embarcadero, adquirieron los pasajes del transbordador, que había llegado con el amanecer, horas después de que los piratas de Rassalpatz dejaran el puerto.

Fin del capítulo

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