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lunes, 3 de octubre de 2011

Sol y Luna. "La Fuga". Parte 6

Partida: Lágrimas de la noche

Continuaron caminando. El sol, se había convertido en una bola roja a su derecha, apenas visible entre las nubes. Caía el ocaso. La luz menguaba y el calor también. Faltaban unos pocos cientos de metros para llegar a la encrucijada. Después de gran parte del día caminando, las piernas de los viajeros se movían solas. Repitiendo la misma secuencia una y otra vez. Un paso, luego otro, y otro y otro y otro...

Hasta que oscureció completamente. Las nubes cubrían el cielo, con lo que la luz de la luna y las estrellas no alcanzaba a iluminar la encrucijada. Las nubes hacían la noche mas oscura y tétrica.

-Fantástico. Un mero cruce de caminos. ¿Donde pesáis acampar? ¿De quien ha sido la fabulosa idea? No veo ningún lugar... -Molah'Rajm empezó a hablar, pero Berwas lo interrumpió.
-No os preocupéis señorito hechicero. Conozco estos parajes. A un minuto caminando en esa dirección hay un pequeño claro entre los arboles que nos rodean. Podremos acampar allí. ¿Deseáis que os lleve en brazos?
-¡Vigilad vuestra lengua cazador! ¡O desataré mi poder sobre vos!
-Jajajaja. ¿Veis este hacha? Pues la veis porque yo lo deseo. Porque si quiero, antes de que abráis vuestra boca para pronunciar toda esa sarta de conjuros que gritáis los magos, os la clavare entre las piernas.
-Mi señor Berwas -Dala se entrometió en la discusión - No me son desconocidos los caminos que seguís. Si bien es cierto que yo no los comparto, me es sabido que vosotros los cazadores también os servís de la magia en numerosas ocasiones.

Berwas ya no reía. Un mero gruñido bastó para denotar su estado de animo. Se puso a caminar entre los arboles con dirección al claro. Dala se acercó a Molah'Rajm

-Mi señor mago.
-Hechicero. No me comparéis con esos aprendices de poca monta.
-Mi señor hechicero. Si no estáis de acuerdo con las condiciones en las que se mueve este grupo, os invito a abandonarlo.
-¿Condiciones? ¿Que condiciones? Nadie ha impuesto condiciones.
-Sin embargo, solo vos tenéis problemas. Basta de esos comentarios de superioridad. Puedo silenciaros a placer.

Molah'Rajm sonrió.

-¿Vos? Un susurro mio y moriríais en mis brazos.

Sintió un filo frio y punzante en el cuello.

-No llegaríais a susurrar.

No sabía cómo era posible, pero Zakur se había posicionado tras él y su daga se posaba sobre su cuello.

-Perdonadme alteza. Tenéis razón. Sólo vos estáis verdaderamente motivada para emprender esta aventura. Y yo os debo mi respeto.
-Gracias mi señor hechicero. ¡Vamos!

Zakur lo soltó y continuaron avanzando. Cuando llegaron al claro, Berwas preparaba su tienda (que compartía con la druida), mientras Salah preparaba unas piedras y leña para encender una hoguera. Al poco, se encontraban todos caldeándose frente al fuego. Pero no duraría demasiado. Al poco tiempo, poco después de cenar, se encontraban todos en las tiendas refugiados de la lluvia. Poco a poco el fuego se fue extinguiendo y quedaron a oscuras. Algo extraño ocurría. Cuando llegaron al claro, se notaba humedad, y estaba completamente nublado. Sin embargo, el día había amanecido raso. En este momento, solo se veía oscuridad en el cielo, y lluvia.

-Malos augurios y funestos presagios trae este tiempo cambiante- susurró Berwas- Deberíamos dormir todos.
-Yo haré la primera guardia. -dijo Zakur - Duerme ahora cazador. Tú serás el siguiente.

Acto seguido, Zakur se alejó en dirección a los arboles y se perdió entre la oscuridad y las sombras. No estaba realmente lejos, apenas en la segunda o tercera linea de arboles, pero las condiciones que se daban hacían imposible saber si estaba lejos, o encima de ellos. Apenas se veía mas allá de 2 o 3 metros. En pocos minutos, todos dormían al amparo de la noche, bajo una lluvia incesante. Todos menos Zakur.

Se escuchaban aullidos de los lobos en la noche. Zakur no solía aventurarse en los bosques de noche, pero si tenia la suficiente experiencia como para saber que no serian una molestia esa noche. Estuvo rastreando durante un buen rato los alrededores del claro, atento a cualquier ruido que pudiera escuchar, pero al poco rato decidió ocultarse en un lugar y mantenerse ahí a la espera del fin de su turno de guardia.

El aburrimiento le estaba abatiendo poco a poco, por lo que decidió valorar las decisiones que le habían llevado a obedecer ciegamente a la princesa sin informar al rey.

El ruido de cascos de caballos, y el chirriar de unas ruedas de madera llamaron su atención, y apartaron los pensamientos de su cabeza. Se puso en alerta al instante, y trató de acercarse lo máximo posible a la encrucijada, sin perder de vista el claro. No podía ver lo que ocurría en la calzada, pero intentó capturar todos los sonidos. Por lo que pudo escuchar, los carros se alejaban hacia el norte, pero no podía estar seguro de ello. Volvió mas cerca del claro, y esperó a que terminara su turno.

Berwas se puso a tallar una pequeña rama con su vieja navaja. No soportaba el aburrimiento. Casi la tenia terminada, cuando sus orejas se movieron a voluntad. Dejó silenciosamente la ramita en el suelo. Se incorporó y guardó su navaja, para llevar su mano al machete que tenia en el cinturón. Se acercó como un felino a la encrucijada.

Divisó a tres hombres montados a caballo. Estaban discutiendo en susurros. Se concentró. Sus orejas se volvieron a mover a voluntad, y pudo oir lo susurros de los hombres a caballo.

Hablaban de un carro. Del posible camino que pudiera haber seguido. El agua encharcaba toda la encrucijada, y no se podían distinguir huellas, y esperarse al amanecer para inspeccionar el barro de la tierra era inviable. Tras discutir, se dirigieron al este.

La druida había hecho uso de sus artes, y se encontraba transformada en un cuervo, camuflada en la noche. Su relación con la naturaleza le permitía pasar prácticamente desapercibida por cualquier lugar. Podía fusionarse con el entorno sin que ello le supusiera ningún esfuerzo, pero no esperaba que alguien lo hiciera mejor que ella. Había notado una presencia hacia poco rato. La presencia era muy difusa. Apenas en determinados momentos, estaba segura de que la presencia era humana. Revoloteó el claro. Lo recorrió como un roedor, y lo olfateó como una loba. Pero siempre que estaba a punto de descubrir la presencia, esta desaparecía. Cuando se estaba empezando a enfurecer consigo misma, la presencia se desvaneció. No hubo manera de descubrir que pasaba, y ya estaba amaneciendo.

Conforme amanecía, la lluvia iba remitiendo. Fue uno por uno, despertando a los demás compañeros de viaje.

Recogieron todos los pertrechos, y se dispusieron a partir. La encrucijada seguia encharcada, pero aun así, Zakur avisó de que hacia el norte, según el consideraba, había pasado un carro tirado por caballos. No se podían distinguir huellas entre los charcos, pero tampoco habría supuesto nada descubrir huellas. Su camino era el norte, y al norte se dirigirían.

Conforme fue avanzando el día, las nubes fueron desapareciendo, y el camino aunque aun embarrado, cada vez estaba mas seco, y resultaba menos agotador caminar por él.

El sol se alzaba sobre sus cabezas. Era casi mediodía, y el ambiente no había sido muy amigable. Los secretos vividos en los diferentes turnos de guardia no fueron comentados al principio, y conforme iba desvelándose la información, los diferentes compañeros de viaje se encontraban cada vez más molestos por la falta de confianza.

-¡Por la luz de las estrellas! -exclamó Salah

Se acercaron con cautela. A los pies de un gran árbol, estaban los restos de un carro desvalijado y destrozado. Colgados de las ramas, los que probablemente eran los dueños del carro. Una familia compuesta por una mujer cuyas ropas habían sido desgarradas y apenas le cubrían, un hombre mutilado al que habían cortado un brazo, y un niño, el cual, parecía que simplemente había sido colgado.

Había huellas entre el fango. Al menos tres caballos. Se dirigían hacia el sur. Berwas miró a la druida con mala cara. La druida asintió.

-No deja de ser misterioso, que no nos hayamos tropezado con los tres caballos que se dirigían hacia el sur, ¿no? -comentó Molah'Rajm.
-La diosa Sol acoja en su hogar estas almas perdidas -murmuró Salah.
-Ya no podemos hacer nada por ellos princesa. Recomiendo que continuemos, y abandonemos estos parajes lo antes posible.
-Muy bien Zakur. ¡Nos vamos!

Fin del capítulo

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