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miércoles, 22 de febrero de 2012

Sol y Luna. "La Fuga". Parte 8

Libro 2: La travesía del Leviatán

El pasajero

Hacía varios días que estaba de camino al puerto y la lentitud del barco le estaba sacando de quicio. Por suerte, un libro de su antiguo amigo y verdugo le ayudaba a pasar la horas encerrado en su camarote hasta llegar al puerto de Dolin.

¿Suerte?

Suerte era escuchar los pasos de un nuevo grupo de pasajeros con los que compartir el viaje de vuelta al norte, y no un libro de recetas de cocina que se había leído tantas veces, que incluso se podía imaginar el sabor de algunos ingredientes que no había probado nunca.

Uno... dos... tres... cuatro...

Cuatro nuevos pasajeros... cuyo rumbo es el norte... ¿Será alguno de ellos de quien habla la profecía?

En tal caso, tendría que matarle... Y puesto que el capitán ya ha cobrado el pasaje, tal vez agradezca tener cuatro bocas menos que alimentar... En fin, ya idearía cómo hacerlo.

Divagando acerca de los demás pasajeros, inconscientemente abrió el paquete que le entregaron y releyó sus órdenes. Hacia mucho tiempo de la ultima reunión, y no recordaba a ningún General Arantalinueda, pero bueno, sus órdenes eran claras.

Hacia varias horas que habían zarpado, y ya no se veía tierra ni costa por ningún lado. Era el momento oportuno. Abrió el sobre con sus órdenes.

"Ronco, una vez en alta mar después de zarpar del puerto, cuando no se divise la costa ni tierra alguna, habiéndose asegurado de que los viajeros anteriormente mencionados se encuentran a bordo, abra las ventanas de su camarote. Grite tan alto como pueda "¡Hombre al agua!" y salte y arrójese al mar.

Y eso hizo.

La soga que tenia atada al cuello se tensó rápidamente, y aun en el aire, le frenó en seco, provocando que su cuerpo inerte rebotase contra el casco del barco. El crujido de su cuello al romperse quedó silenciado por el oleaje del mar.

Su cuerpo inerte, balanceándose, fue cayendo poco a poco, conforme se desataban varios nudos de la soga, hasta que finalmente, quedó flotando en el mar, siendo arrastrado por el barco.

Segundos después, comenzó a ser recogido por los marineros que habían escuchado el grito.

Fin del capítulo

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