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viernes, 12 de agosto de 2011

Sol y Luna. "La Fuga". Parte 5

Partida: Vientos de lluvia

Anduvieron hacia el norte. Siguiendo la Calzada del Caminante, que los llevaría hasta la encrucijada. Su primer destino. El primero de muchos. Conforme iba pasando el día, el ambiente fue cargándose cada vez con más humedad. Era invierno, hacia frío, y ahora se añadía ademas la humedad.

-Huele a lluvia. No tardará en llover. Si no al ocaso, será esta noche. Pero no dudéis que lloverá.- Molah'Rajm rompió el silencio que los acompañaba desde que salieron de la ciudad.

Pero nadie parecía con ganas de hablar. El miedo, el temor, la aventura... sensaciones que recorrían la espalda de cada viajero. Cada uno sumido en sus pensamientos... Avanzaba el día, y ellos en su camino. A unos 3 kilómetros de la encrucijada, el viento empezó a levantarse cada vez más fuerte.

La humedad atravesaba las ropas de abrigo. La lluvia era inminente, pero no llegaba. Y cada vez era más molesto caminar. Todos estaban deseosos de acampar, encender un fuego y calentarse. Pero quedaba muy poco trecho, y por la Calzada del Caminante, no resultaba lento el viaje.

Ninguno se quejó, y nadie sabía que hacer en realidad. Tan solo caminaban rumbo al norte. A las Columnas del Sol. Y en las cabezas de todos estaba la idea de acampar cuando llegasen a la encrucijada.

El ruido de los cascos de caballos los sacó de sus pensamientos. Se oían cercanos, pero lo suficientemente lejos como para esconderse.

-¡Rápido! ¡Venid!

Una voz susurrante surgió de entre los arboles, y una figura tomo forma de entre las sombras.

-¡Berwas!-exclamó la druida- ¡Si que has tardado en aparecer! ¡Rápido vamos!

Un poco desorientados, siguieron a la druida,  y a la misteriosa figura. Llegaron a un claro y se descubrió la figura.

-Este es Berwas, un viejo amigo mío conocedor de los bosques, animales, plantas... de la naturaleza en general.
-¿Otro druida? -preguntó Salah
-No, yo... no soy tan amante de la naturaleza como ella. Yo conozco de ella porque me dedico a... cazar por asi decirlo.
-¿Alguno me puede explicar como es posible que una amante de la naturaleza tenga a un amigo cazador?
-Silencio. Caballos.

Oyeron los cascos de los caballos, y escondidos entre los arboles observaron. Se trataba de un carro tirado por dos caballos, escoltado por cuatro caballeros. Uno de ellos abría la marcha. Otro cabalgaba a un lateral del carro y parecía hablar con alguien del interior, y los otros dos cerraban la marcha.

Cuando se hubieron alejado, el cazador habló.

-Ya podemos continuar. ¿Cual es nuestro primer destino?
-La encrucijada.
-¡Oh! Perfecto. Marchemos pues.
-Ese carruaje era del embajador de Veritar. No es la primera vez que lo veo por palacio. Malas noticias del norte seguramente.
-Interesante... habrá que andarse con cuidado, pues estoy seguro de que va a llover. Mi nariz nunca falla.

Continuaron caminando. El viento cada vez traía mas humedad. El cielo prácticamente cada vez más cubierto, pero no llovía. Parecía como si estuviere esperando al momento más inoportuno. Cargaba el ambiente de humedad, hacía más pesada la marcha, pero no llovía.

Continuaron caminando por la calzada. Tiempos extraños recorrían el reino. No había transeúntes por el camino. Demasiada soledad. Demasiado silencio. Se palpaba en el ambiente tristeza. Pesar. Y un incesante viento de lluvia.

-Princesa.
-Dime Zakur.
-¿Podemos fiarnos del cazador? ¿Y de la druida? El hechicero tiene razón. ¿Cómo es posible que se hayan juntado esos dos?
-No confias en ellos, ¿no?
-No.
-Bien, yo tampoco. ¿Confías en alguno del grupo?
-Solo en vos.
-Muy bien. De todas formas, de momento, no me preocupan ni la druida ni el cazador.
-¿No?
-Vigila al brujo. Esos aires de superioridad demostrando que nos preocupamos de cosas banales no me agrada.
-De acuerdo princesa.

Fin del capítulo.

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