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miércoles, 6 de julio de 2011

Sol y Luna. "La Fuga". Parte 4

Partida: Visiones

Molah'Rajm no había tenido muy buena noche, y cuando despertó lo hizo con sueño y cansancio. Lo ocurrido la noche anterior no le había dejado dormir con paz y tranquilidad. Recogió un poco la habitación, se vistió, y bajo por las escaleras a la planta baja.

El ambiente era bastante lúgubre. Se detuvo e inspeccionó con la mirada la situación que le rodeaba. En aquel momento, se abrió la puerta de la posada y entró lo que parecía un clérigo de la diosa.

¿Que haría un clérigo en aquella taberna?

Y lo que era más importante, ¿porque una de las personas sentadas a una de las mesas acababa de desaparecer ante sus ojos? Y al parecer, a los ojos también de sus dos acompañantes y del clérigo.

Con cierto disimulo esperó a ver que ocurría. Las dos personas sentadas junto a la figura desaparecida miraban sin descaro al clérigo, que al parecer, no dudo en acercarse a la mesa, y se sentó.

Desde donde estaba, no podía distinguir las palabras de entre los susurros, así que decidió actuar. Un todopoderoso hechicero no puede ser menos que ese vulgar clérigo. Se acercó a la mesa.

-Buenos días ca...ballero y señoritas. -dijo Molah'Rajm mientras se sentaba en una de las sillas.
-¿Qué se te ha perdido hechicero? -le espetó la figura encapuchada.
-Supongo que lo mismo que al clérigo. Y algo me dice que lo mismo que a vosotras. Cierta figura familiar que ¡oh sorpresa! desaparece ante nuestros ojos. Pero sobre todo, lo que me trae aquí es una pregunta... ¿somos los únicos que hemos visto a la figura?
-¿Acaso importa? -pregunto la figura encapuchada
-Bueno... me gusta saber que ocurre a mi alrededor.
-No lo se.
-Si, es un pequeño defecto que tenéis los druidas. No os molestáis en saber nada. No sentís curiosidad por nada.

¡Por el amor del cielo! Ha reconocido al instante que era una mujer druida. ¿Me habrá reconocido a mi también?- pensó Dala.

-Si, y supongo que la idiotez es tu defecto, ¿no hechicero?
-Bueno bueno, -dijo el clérigo- ¿Qué se supone que pasa aquí? ¿Qué debemos hacer ahora?
-De momento, esperaremos. -dijo Dala con determinación.
-¿A qué?- preguntó el hechicero.
-A la quinta persona.

Todos la miraron, pero nadie dijo nada. Todos tenían un fragmento de información, y al parecer andaban lo mas cuidadosos posible evitando compartirlo antes de hora.

Esperaron un rato. Todos en silencio. Nadie dijo nada. Molah'Rajm se empezaba a impacientar, y tanto la druida como el clérigo parecían perdidos en sus pensamientos. Cuando Dala creyó que era el momento oportuno, se levantó y se acercó a una mesa no demasiado alejada, y se sentó junto con otra figura encapuchada. Los demás la miraron, y se quedaron expectantes. No podían escuchar lo que comentaba con aquella persona y entonces, Molah'Rajm habló.

-Y parecía tímida la princesita. Hay que ver las compañías con las que se codea.
-Si, solo hay que verte a ti -replicó la druida.

Una mirada fue la única respuesta. Poco después, Dala se levantó y volvió con el grupo.

-Venid. Salgamos de aquí.

Salieron todos de la taberna.

-¡Princesa! ¡Debemos volver a la mansión! ¿Quienes son estos individuos? -Preguntó el guardia.
-Tranquilo Zakur. Estos son...
-Salah. Clérigo de la diosa Sol.
-Molah'Rajm.
-... La druida.

Hubo un silencio incomodo.

-Princesa, debemos volver.
-No Zakur. No vamos a volver al palacio.
-¿No? ¡Vaya! Y yo que quería saludar al rey... Por cierto, ¿dónde vamos?
-A las Columnas de la diosa Sol.
-¡Pero si eso está al norte del continente! -exclamó Salah.
-Si. Cogeremos la Calzada del Caminante hacia el norte hasta Dolin. Allí, tomaremos un barco y rodearemos las montañas Cielofrío. Pararemos en el puerto mas cercano, y continuaremos a pie.
-Princesa, debo impedirlo. El rey no lo permitirá.
-¡Zakur! Decidme. ¿Quién sois?
-¿Princesa?
-Responded.
-Capitan Zakur, de la guardia real.
-¿Y que habéis jurado al tomar vuestro cargo?
-Proteger a todo miembro de la familia real.
-Exacto. No habéis jurado otra cosa. Por lo tanto, no vais a informar al rey. Me protegeréis en mi camino, pues es lo que habéis jurado hacer. Y si no vais a hacerlo, dejad aquí vuestro uniforme y no volváis nunca a palacio.
-Si mi princesa.
-He aquí un perro fiel. Jajajaa.
-Muestra respeto hechicero. Estas ante la princesa Dala.
-Tranquilizaos Salah. No me ofende, y a Zakur tampoco. Está por encima de todas esas tonterías.
-Hay una cosa que no tengo clara -dijo la druida que se había mantenido callada- ¿Por qué tenemos que ir hasta las Columnas de la diosa Sol? ¿Qué se nos ha perdido allí?
-Ese fantasma era mi difunta hermana. y me dijo que fuéramos allí.
-A mi se me apareció en la capilla. Al principio no sabia quien era, pero después lo supe.
-¿Pero de que habláis? El fantasma que yo vi era la hija de la tabernera.

Todos miraron al hechicero. Nadie dijo nada. Tras un silencio, Dala volvió a hablar.

-Salah.
-Princesa.
-Vendras conmigo porque últimamente tu fe ha decaído, y un peregrinaje hasta el más sagrado de los templos de la diosa Sol te beneficiara. Lo sabes.
-Si. Lo se. Por eso no tengo ningún reparo en acompañaros. Ultimamente se han dado unos acontecimientos que no puedo comprender o explicar, pero para mí, más importante es conocer mi propio camino. Mi propio destino. Saber si  debo o no seguir poniendo mi vida al servicio de la diosa y de todo aquel que lo necesite.
-Y tu, Molah'Rajm, vendrás, porque es una oportunidad de oro para investigar y sacar conclusiones con las que puedas discutir con tus colegas de profesión. Y en cuanto a ti druida, aun no se quien eres en realidad. Y que te relaciona con estos acontecimientos, pero creo que en realidad, no preguntabas cual es tu papel aquí, sino el de los demás. Tu bien sabes porque vas a acompañarnos, si bien es cierto que nosotros no sabemos aun porque.
-Sois muy inteligente princesa, y tenéis buenos informadores.
-Es mi obligación dados los tiempos que corren.
-Cuando salgamos de la ciudad, os daré la respuesta.

Continuaron hablando sobre detalles de la marcha y del camino a seguir. Llegaron a una conclusión. Su primer destino seria la Encrucijada. Allí acamparían. Saldrían a la mañana siguiente.

Cada uno volvió a sus quehaceres. Dala volvió al palacio acompañado por los guardias y la otra doncella. Nadie dijo nada, nadie habló al respecto con nadie. El resto del día pasó tranquilamente. Y la noche, calurosa.

A la mañana siguiente se reunieron todos. Preparados con mochilas y raciones de comida salieron de la ciudad, camino del norte.

Fin del capítulo.

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