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lunes, 21 de diciembre de 2009

El Lamento del Rio

Mil lagrimas ahogadas por cada una de estas letras... como se ahoga el río cuando desemboca en el mar.

Me alzaba yo bajo un cielo estrellado, en una ciudad lejana, perdida. Me dirigía a mis aposentos... tiritando de frío, con el corazón afligido.

Faltando palabras por decir, que nunca serán dichas.
Faltando abrazos con los que arropar, que nunca serán dados.
Faltando besos con los que amar, que nunca serán dados.

Duermo bajo la calidez de las mantas, mas siento frío.

Me sueño abrazado a ti.
Pero me despierto y encuentro una almohada.
No esta tu fino pelo.
Noto en mi boca, lágrimas saladas.

Pero son solo una ilusión, pues me toco la cara y no noto la humedad. He perdido tu imagen. Ya no te veo clara y nítida. Suave...

Me incorporo. El sudor hace que las sabanas estén mojadas. No importa. Tengo otra cama donde caerme muerto. Pues mi corazón esta sangrando. Mi mente divagando.

Ya no te veo. Has desaparecido completamente. La oscuridad vuelve... si es que alguna vez se fue, pues no existe luz alguna.

Me acerco a la ventana. El viento frio, gelido, intenta entrar. Pero tan solo la humedad lo consigue. Paso mis dedos por el cristal, y siento las gotas recorrer mi piel. Cojo carrerilla, y salto. Atravieso el cristal. A pesar de ir prácticamente desnudo no me corto. Caigo. Caigo. Caigo...

El suelo se acerca a mi a velocidad vertiginosa. Mi fin esta cerca... Mas de pronto, como si fuera superman estiro los brazos, y milímetros antes de chocar, remonto el vuelo. No hay frio. No hay dolor. Solo viento en la cara, Aire limpio en mis pulmones, y lagrimas en mis ojos.

No se donde voy. No conozco la ciudad. Apenas unas pocas calles. Asciendo. Subo y subo hasta que rozo las estrellas con la punta de mis dedos... pero son inalcanzables. Algo me arrastra hacia abajo. Me impide llegar más alto.

Desisto.

Caigo y no intento evitar el golpe. Sigo mirando hacia el cielo. No me importa cuando acabar estampado en el suelo. Solo las estrellas... la estrella. La estrella inalcanzable que senti rozarla con mis dedos...

Caigo.

Se me nubla la vista. Veo mis lágrimas a pocos centímetros de mi cara. Cayendo conmigo.

Noto el golpe en la espalda, pero no es suelo. Estoy en el río. El agua roza la congelación. Pero yo no tengo frío. El chapuzón disimula el rastro de lagrimas sobre mis mejillas. Sobre el río, me incorporo. Toco fondo. Me siento gigante. El agua apenas me llega a los tobillos. Oigo el susurro del agua. Me habla. No es un susurro. Es un lamento. Todas las gotas que forman la corriente, acabaran muriendo en el mar. Se alza en la noche el lamento del río... y el mío con él.

Miro al cielo. Veo mi estrella. Siento que encojo ante la magnanimidad del cielo. Un rayo desciende y me golpea en el pecho. Directo al corazón. Me encojo de dolor... El agua me roza la cara. Ahora me llega a la cintura... Me incorporo aun por sobreponer. Cual ola de playa una tromba de agua me golpea. Cierro los ojos y me mezclo en el agua. Ahora oigo aun mas fuerte el lamento del río. No se como, pero puedo respirar. Lleno mis pulmones, y preparo el grito mas desgarrador habido y por haber. Abro los ojos y...

Estoy tumbado en mi cama. Tiritando. No hay lágrimas. La ventana esta abierta. La cierro. El frio debe haber eliminado el sudor de mi cuerpo. Me meto en mi cama, e intento dormir.

Despierto.

Y comprendo que ocurre. Me asomo a la ventana. Ya no están las estrellas. La estrella. No oigo el lamento del río. Ni el mío propio en mi cabeza.

Miro a través del cristal. Veo estampado en el las gotas de humedad. Y puedo descifrar algo escrito. Alcanzar una estrella, es cosa de dos. Tú puedes conseguirlo. Pero será sin ayuda. Puedes alcanzarla, pero es un espíritu libre, y no desea que la alcances.

El cristal tiene razón. Bueno, las gotas.

Con pesar, me visto. No tengo ganas de recoger la habitación. Ahí se queda el desorden.

Salgo de mis aposentos. Bajando las escaleras me autoanalizo. Mi corazón no sangra. Mis ojos no lloran.

Es voluntad de la estrella no ser alcanzada. Y yo debo respetarlo.

Parto de la ciudad. Camino a casa.

Oigo un silbido. Es triste.
Pero tiene ritmo.
Alguien tararea una canción...
Oigo un susurro.
El lamento del río.
Y a juego, el silbido de mi corazón.

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